Cualquiera que haya seguido este blog algún tiempo sabrá que he sido fiel devoto del Café Cyrano durante años. Acudía allí como desahogo espiritual y terapia exprés tratando de hallar entre esas paredes una paz difícil de encontrar en el barullo monótono de la urbe.
Hace algo más de un mes, sin previo aviso y con un comunicado en redes sociales, su gerencia anunciaba que echaba el telón definitivamente para dar paso a otro negocio. Una noticia que nos dejó gélidos a muchos y con una sensación de vacío que aún hoy me cuesta comprender que pudiera sentir por un local de hostelería.

Pero es que Cyrano, nuestro Café Cyrano, era mucho más que una cafetería o un bar de tapas. En aquel lugar se propusieron revolver el centro de Almería. Nos ofrecieron a todos un refugio que, más allá de lo gastronómico, tenía en su espíritu y en su actividad un factor diferencial que consiguió conquistarnos el alma, el corazón y el estómago, redondeado todo con una decoración encantadora.
Chitón Speakeasy – Tragos clandestinos
Nostalgia aparte, lo que me ocupa hoy es mostraros en qué se ha transformado el viejo Cyrano, tras una reforma que lo ha convertido en una taberna inspirada en la época de la Ley Seca. Los gerentes de Chitón Speakeasy, con experiencia en el mundillo, han sido inteligentes y no han arrasado con todo lo que han visto a su paso. La idea que al final prevalece es la de dar un lavado de cara, conservando muchas de las cosas que dieron su popularidad al antiguo café, y aportado un carácter propio junto a nuevas propuestas.
Lo primero que salta a la vista cuando uno pone el pié en el local es que han conservado parte del mobiliario anterior. Aunque la atmósfera se ha renovado, uno aún se siente en casa cuando se sienta en una de sus mesas. También se mantiene de la primera etapa casi la totalidad de la carta; desde las famosas tartas, pasando por los tés, las tapas e, incluso, los menús diarios temáticos inspirados en distintos países. La decisión tiene sus claroscuros: por un lado, salvaguardan mucho de lo que gustaba a una clientela fiel y les permite la oportunidad de, poco a poco, ir añadiendo personalidad a su oferta; la contraparte es que resulta díficil, sino imposible, calcar el excelente nivel que se alcanzó con el equipo anterior.
Es evidente que todo lleva un periodo de adaptación y que, con el tiempo, irán perfeccionando las recetas, quitando de aquí y poniendo de allá propuestas propias y afianzando el concepto. Pero la realidad es que, en mis múltiples visitas hasta la fecha, no siento la misma emoción con los platos que sí obtenía en mis citas com Cyrano. No quiero decir con esto que Chitón haya pasado a ser un bar de baja calidad, nada más lejos de la realidad; solo que la excelencia es una meta complicada siempre y, por lo pronto, no la han alcanzado. De entre sus incorporaciones conviene destacar unas bravas bastante conseguidas y la tosta de entraña con vinagreta de jalapeños, que encontré como tapa del día.





Cócteles en la trastienda
Al fondo del local, como si algo se ocultara entre bambalinas, asoman descaradas unas luces rojas que nos indican que algo interesante tiene que haber por ahí atrás. Es la zona de coctelería de Chitón, un lugar que parece creado por y para el pecado donde Nikita, el bartender residente, hace magia con una sutileza y un saber hacer con el que es capaz de embelesarme. El barman tiene la habilidad de pasar de la delicadeza de una preparación en copa margarita a la explosión de color de sus chupitos de fuego.
Aquí es donde se aprecia el cambio de aires que se ha querido dar al negocio, enfocándolo hacia las noches y el tardeo, que tanta fuerza está adquiriendo en la capital. Un rinconcito que se va a convertir, sin duda, en uno de mis favoritos por acogedor, curioso y canalla. La barra en la que poner un buen broche en un local que apuesta fuerte por marcar tendencia en Almería.