El calor de un fuego y el brillo cegador del hierro al rojo vivo. Crepitan las gotas de grasa derramándose sobre las llamas mientras la estancia se perfuma con un aroma tostado que te obliga a salivar.
A pesar de que vivimos en tierra marinera, los almerienses somos amantes de las buenas carnes y las brasas incandescentes. Prueba de ello es el éxito y la buena fama que se han ganado las tabernas y restaurantes que saben tratar estos productos como se merecen. Os traigo hoy un puñado de recomendaciones que disfrutaréis si os pirra hincarle el diente a un pedazo de res o de cerdo.
Entraña – Bodeguica Miguel del Rei
Calle Pilarica 7 (Almería)
Para arrancar, un clásico que se ha convertido casi en tan habitual de las cartas de nuestros bares como la jibia o el pincho. Un corte típicamente argentino que se hecho con un hueco en nuestros corazones gracias a su agradable textura tierna. En la Bodeguica, además, saben tratarla como se merece. Y es que cualquiera que haya visitado alguna vez esta popular taberna sabe que en pocos lugares miman tanto al producto vacuno como allí.

Paletilla al horno – El Quincho
Calle Jovellanos 9 (Almería)
Es curioso que de un lugar que presume de su brasa, al final, acaben enamorándome sus tapas de carne horneada. Ya destaqué en una entrada anterior la calidad de su carrillada, pero es que, en la última visita que realicé, me sorprendieron con una nueva propuesta que es todo jugosidad, sabor y delicadeza: la paletilla.

Faldereta – A dos ascuas
Calle del Padre Alfonso Torres 4 (Almería)
Uno de las tapas con más personalidad de la ciudad, sin duda. En pocos sitios puedes encontrar algo que combine tan a la perfección el sabor de una carne peculiar y la textura tierna y frágil de este bocado. Todo, rematado con precisión y buen tino con esa salsa a la pimienta tan característica. De las imprescindibles.

Secreto a la brasa con chimichurri – La Diligencia
Calle Pérez Galdós, 14
Y para finalizar, un plato de esos que te saltan el paladar por los aires. Una mascletá de sabores que te lleva desde la intensidad de un chimichurri realmente logrado, pasando por la sutileza del cerdo, hasta el crujiente pan tostado que da base al conjunto. Vibrante, fresca y adictiva.

Podéis leer, por cierto, la primera parte AQUÍ.