Un paseo por el Mercado Central

Había siempre mucho ajetreo. Al menos así lo recuerda la memoria del niño que fui y que jugueteaba entre los carros y carretillas que se movían de arriba para abajo con un trajín digno de la bolsa de Nueva York. Aquel agitado escenario mercante se convertía cada sábado en un patio de juegos donde un pequeño Gastrolopitecus daba sus primeros balonazos y se soyaba las rodillas cada dos por tres.

Mi tía regentaba en los 90 una pequeña tienda de congelados a las puertas de la Plaza (en mi familia siempre se le llamó así). Allí se nos aparcaba a los pequeños de los Bonilla durante unas cuantas horas para dejar a nuestras madres hacer sus ‘mandaos’ tranquilas. Recuerdo una rampa en la entrada lateral que da a la calle Juan Leal, a pocos metros del Quinto Toro, a la que desafiábamos sin miramiento alguno. Solíamos afanarnos rebuscando en la basura para dar con las cajas de cartón perfectas que usaríamos como trineos improvisados sin acordarnos casi nunca del chichón de la semana pasada.

Comprenderéis, queridos gastroamigos, que una visita al Mercado Central sea para mí mucho más que un rato haciendo la compra en un lugar diferente. A pesar del gran cambio estético y práctico, no puedo evitar que se me vengan a la mente decenas de imágenes que conformaron la infancia más tierna de este que os escribe.

Me atrevería decir que esa nave tiene magia. Los que lo hayáis vivido estaréis de acuerdo conmigo en que no tiene nada que ver comprar en un súper, por cómodo que sea, que la visita al mercado. El género expuesto, los olores, las ofertas voz en grito, las miradas invitándote a acercarte, a comprobar de cerca y por ti mismo que no hay un pescado mejor… Y la vida, que no se pierda esa vida.

No quiero ponerme moderno ni pedante. Soy consciente de que los ritmos laborales de la mayoría no son compatibles con una visita con asiduidad, ni siquiera de vez en cuando, a nuestra Plaza. Pero, por suerte, tras la última reforma en 2012, empezaron a vislumbrarse visos en nuestra ciudad de esa bendita moda, que florece por doquier a lo largo y ancho de todo el país, y que pone a los mercados de abastos en la punta de lanza de la gastronomía local.

Elegid un fin de semana cualquiera y daos una vuelta. Dejaos embaucar. Comentad con el tendero, haceos los sabiondos y escuchad para aprender al mismo tiempo. Soltad sin rubor aquello de «los tomates antes sabían a tomate» y compartid una risa cómplice con el siguiente de la cola. Luego comprad lo que os apetezca y pedid que los lo cocinen en Café-Bar Express.

Para los que no lo conozcan, este local, encajado en el interior del recinto como si de otro puesto de venta se tratara, propone al cliente llevar su propia cesta con productos adquiridos allí mismo para cocinarlos a la plancha. Además, y para completar el repertorio, ofrece una pequeña pero muy conseguida carta de tapas y alguna que otra ensalada como acompañamiento que merece la pena probar.

Lo mejor de esta modalidad es que se adapta al bolsillo de cualquiera. Si os apetece un homenaje de los que hacen historia, a pocos metros tenéis la mejor gamba roja que el dinero puede conseguir. Si sois más de carne, podéis encontrar entrecots de rubia gallega que os pueden hacer perder la cabeza. Pero cuando el final de mes empiece a apretar, unas morcillas de Serón y unas cuantas verduras a la plancha os hacen un avío espectacular. Todo por una tarifa de entre 4 y 11 euros, en función de la cantidad de producto que pongáis sobre la mesa.

Hace pocos días, La Voz de Almería hablaba sobre la reapertura vespertina del Mercado Central, tras el descanso veraniego. Cuenta la noticia que tan solo son siete los puestos que se atreven a abrir y muchos han sido los comentarios que ponen en entredicho la viabilidad de este modelo de negocio. Yo os animo con todas mis fuerzas a que le deis un tiento, aunque sea, a ese paseo esporádico. Vais a comprender esos escalofríos que me entran por la espalda cada vez que cruzo esas enormes puertas. Probadlo y os aseguro que vais a desear tanto como yo que aquel lugar crezca y se convierta, como ya ha ocurrido en otras ciudades, en el santo y seña de la gastronomía almeriense.

2 Comentarios Agrega el tuyo

  1. JUAN IGNACIO GARCIA AGUILERA dice:

    La verdad que es un lujo el poder contar con un mercado tan bonito, con tanta solera y una acertada remodelación que solo le ha otorgado mas solera. Yo no falto los Sábados y estoy de acuerdo con lo comentado en el artículo. Almería tiene la mejor materia prima, tanto en sus tierras como en sus costas sin olvidarme de unos embutidos y carnes de primerisima calidad. Todo esta materia prima es atendida por los que mejor las conocen, que llevan toda la vida dedicado a ello. El mercado necesita de tu visita y que lo conozcas, no lo olvides.

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    1. El Gastrolopitecus dice:

      A ver si entre todos animamos a los almerienses a darle el lustre que se merece ese rincón tan entrañable.

      ¡Muchas gracias por tu comentario, Juan Ignacio!

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