DE TAPAS CON DIEGO GARCÍA.
Taberna El Portón de la Bahía –
Paseo Marítimo, 115 (Almería)
Diego García es un hombre de sonrisa perenne, palabra amable y abrazo fácil y cálido. Su vida ha transcurrido, desde que tiene memoria, pegado a una barra y unos fogones. Ya fueran los del restaurante Building, donde dio sus primeros pasos en la hostelería, o en el ‘camión de las comidas’, en el que su padre preparaba los boquerones fritos y el gazpacho que obsesionaban a Sergio Leone y donde jugueteaba sin percatarse de que andaba correteando entre estrellas de Hollywood.
Hoy regenta uno de los bares más populares del Paseo Marítimo de la capital, El Portón de la Bahía. Una «taberna marinera», como a él le gusta describirla, que busca poner en valor día a día esa esencia gastronómica almeriense que se encuentra en los platos de cuchara. Todos los días se sirve uno, sin falta. Como si de una ley escrita en sangre se tratara. Allí nos citamos. Y me recibe efusivo y jovial, como cuando abres la puerta a tus invitados el día que has preparado una cena con amigos.






El Portón de la Bahía exhala ese aire tradicional que Diego tiene por bandera. Toda esta bendita obsesión por el recetario castizo le viene desde bien pequeño. Su madre, que fue durante décadas la cocinera del Building, se hizo famosa por sus pucheros que aún hoy perviven en la carta de ambos bares. «De pequeño no comía, era muy delicado», recuerda García. Fue ya en la pubertad cuando empezó a valorar los guisos que salían de las ollas familiares que cada día daban de comer a decenas de parroquianos en el restaurante de sus padres. «La carta del Building no ha cambiado en 40 años. Sigue vigente y la gente la acepta bien. Si una cosa funciona, no hay que cambiarla», explica.
«Me acuerdo de algo que hacía mi madre y que ya ha dejado de cocinar: el revoltillo de tomate y huevo. Cuando era pequeño, me lo ponía siempre de entrante»
Diego García.
Sin embargo, hay dos platos que tiene clavados en la memoria como un par de astillas que no puede quitarse. «Me acuerdo a menudo de algo que hacía mi madre y que ha dejado de cocinar: el revoltillo de tomate y huevo«. Una receta almeriense, casi ancestral que pertenece a esa clase de esa cocina pobre que se realizaba con lo que hubiera por casa: tomate frito, huevos y azúcar. Un revuelto que el periodista Carlos Herrera pide con devoción cada vez que les visita y que nuestro protagonista recuerda haber visto en su mesa a diario como entrante antes de que el mundo de los adultos lo complicara todo. El otro es un arroz con costilla que le preparaban especialmente para él. Con los ojos entrecerrados y una voz entrecortada de añoranza explica el porqué: «De niño comía muy mal, así que me lo hacía sin verduras ni guisantes. No lo he vuelto a probar desde entonces».



El Diego García de hoy es devoto del pescado y la cuchara. No obstante, admite que cuando sale de su casa prefiere pedir carne, aunque sólo sea por cambiar. La dieta Mediterránea es su biblia y la tapa de asadura del Quinto Toro, una perdición. «Me vuelve loco. Manolo es muy amigo mío y adoro a toda la familia Leal». Al hilo de sus bares favoritos, rememora que en los tiempos del Cine Moderno, donde también trabajaron sus padres, solían frecuentar Casa Puga: «Recuerdo los calamares fritos y una tapita que llamaban ‘Sputnik’, que era un trocito de queso con una anchoa encima».
«No nos damos cuenta de la importancia que puede tener la industria agroalimentaria fusionada con la gastronomía. Podríamos ser los número uno».
Diego García.
Como presidente de la Asociación de Hosteleros de Almería, García ha tenido un papel fundamental en todo lo que ha envuelto a la capitalidad gastronómica. Un evento que siempre ha vivido con ilusión y del que ha formado parte activa en numerosas ocasiones. «No nos damos cuenta de la importancia que puede tener la industria agroalimentaria fusionada con la gastronomía. Podríamos ser los número uno». Diego reivindica que es necesario hacer patria y, a la manera que hicieron los canarios con sus plátanos, «poner una pegatina de Costa de Almería en cada sandía, en cada tomate y en cada pimiento que salga».
Tras el parón en Almería 2019, que achaca al cambio de gobierno, su ilusión sería «que a partir de ahora se retome con fuerza y hagamos un final de fiestas apoteósico antes de entregar el testigo en FITUR». Para el presidente de Asahal este es «un momento crucial para que haya un antes y un después en nuestra gastronomía. Tenemos mucho que ofrecer y no terminamos de creernos la cantidad de oferta culinaria que hay en Almería», añade.
«Tenemos que hacer un final de fiestas apoteósico antes de entregar el testigo de la capitalidad gastronómica en FITUR»
Diego García.
Su último gran reconocimiento le vino en la pasada Feria de la capital, de la que fue pregonero. En un discurso cargado de emoción y agradecimiento, destacó, sobre todo, la imperante necesidad que aún tiene la provincia de mejorar sus comunicaciones. «No es por lamernos las heridas, pero lo único que le falta a Almería es que le pongan fácil llegar a la gente».